sábado, 30 de julio de 2011

La Bancaria - Novela web


Ágata, una sencilla mujer empleada de un banco, se ve enredada en un misterioso caso de una cuenta en dólares que aparece repentinamente. Empantanada en los oscuros pasillos de la burocracia bancaria, intenta poner luz a un caso que hace peligrar su vida

Capítulo I: El encuentro

Era un aburrido día de Enero. En Buenos Aires hacían 40 grados de sensación térmica. Era de esos días donde al banco solo asisten las personas que no pudieron irse de vacaciones. Por lo tanto se inventan alguna excusa inverosímil para pasear por los escritorios de atención al público disfrutando del aire acondicionado. Ágata se topaba cada día con clientes que paseaban veinte minutos mirando cada uno de los folletos abultados en el mostrador de la entrada, hasta que se decidían a sentarse en su escritorio para preguntarle si el banco seguían dando prestamos, si la tasa variable había variado, si el concurso fotográfico que auspiciaba el banco empezaba realmente el 20 de marzo como decía en el folleto y variadas preguntas en el mismo tono que ella respondía monótonamente.

Ágata levanta la mirada de su revista de chimentos semanal para revisar con una rápida mirada si hay algún cliente esperando, cuando se le presenta ante sus ojos un holograma del pasado que la deja boquiabierta. Apenas reacciona para digitar el control del numerador que alerta a la única persona que esta sentada en las butacas de espera. Juan Esteban ya divisó su nombre completo que cuelga del box, adornado por su puesto como todos sus objetos, con románticos stickers de flores coloridas, mariposas y caras felices. El se acerca sonriendo con aire entusiasmado por el encuentro casual. Ágata! Que cambiada que estas! Ágata, sale de atrás del escritorio para estrecharle un fuerte abrazo y estrujar sus tetas nuevas, gracias al plan 510 de OSDE, sobre la fina musculosa de Morley de Juan Esteban. Quien te ha visto y quien te ve! Exclama Ágata entusiasmada, que le encanta citar frases hechas. Veni, sentate, contame. Tanto tiempo! No te veo desde tercer grado, eso es como hace veinte años! Ágata pasa una revista mental de aquella época donde apenas sabía leer y escribir y jugaba con Juan Esteban a Invasión V Extraterrestre, eran novios, el hacia karate, ella danza, median la misma estatura y se habían dado el primer beso. Después de eso, nunca más se vieron. Él se mudó de barrio, por lo tanto cambió de escuela.

Juan Esteban intenta salir del asombro mientras se acomoda en los sillones azul eléctrico que lo posicionan en el lugar de cliente y comienza a contarle su historia que lejos de ser una consulta de verano, es un mas bien un tema que debe resolver cuanto antes. Su padre había fallecido hacia algunos años, los dos últimos años de vida estuvo internado en una clínica porque tenía Alzheimer y era difícil tratar con él, no reconocía a casi nadie y le daban ataques de violencia sin explicación. Resulta que sin conocimiento de sus hijos había abierto una cuenta en el banco, con cien mil dólares y recién ahora ellos se enteraban.

Mirándola a los ojos le dice: Yo soy diseñador y trabajo de manera independiente y justo en este momento no estoy teniendo mucho laburo, así que cobrar esa plata me vendría bárbaro y a mi hermana por supuesto que también. Ágata afectada por el relato se apresura: Ningún problema. Tenés la declaración de herederos, hicieron la sucesión? Juan Esteban suspira: Si, el problema esta en que en la cuenta figura una fulana que nadie sabe quien es, nadie de mi familia la conoce, nosotros pensamos que quizás es una enfermera, pero quisimos contactarnos con ella buscando por cielo y tierra para ofrecerle aunque sea la mitad del dinero y nadie sabe su paradero. Ágata arquea una ceja: Bueno, hagamos una cosa, dejame tu teléfono que te averiguo que se puede hacer y te llamo. Además, el que no arriesga no gana ¿No?. Y le dedica una sonrisa. Intercambian tarjetas, Juan Esteban le da algunas explicaciones del caso y se va.

Todo bancario lleva un detective privado en su interior a causa de las investigaciones cotidianas que deben hacer, es un vicio del oficio. Así que ya tenia un caso, por mas entristecedor que fuera éste, para entretenerse lo que quedaba del verano. No era un caso fácil, pero el misterio y la dificultad lo hacían sumamente atractivo. Además, con algo se tenía que entretener en estos días de calor, porque al igual que sus clientes, ella tampoco salía de vacaciones, estaba juntando plata para sacar el préstamo hipotecario.



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