Había una vez, en una sucursal muy muy lejana, un tesorero al que llamaban Alto Alcahuete, (a partir de ahora AA) al que le gustaba mucho ponerse la camiseta del Banco y adiestrar a su rebaño de ovejas.
Se avecinaba un día para nada pro, el Día del Paro, pero AA no perdía el sueño, se jactaba de tenerlo todo bajo control, incluso a sus apacibles ovejitas.
Hasta que ese día llegó, y AA no podía creer lo que sus ojos veían: sus ovejas iban al PARO.
Obviamente, quiso aparentar seguir teniendo el control y probó unas de sus tácticas infalibles: ¡apurar el regreso de sus ovejas a las cajas de las cuales nunca tendrían que haber salido! Apretó por allí, apretó por allá, incluso trajo un par de jubilados para dar lástima, pero no hubo caso, las ovejas estaban firmemente decididas a movilizarse por el aumento y no entraban a sus malditas cajas de control.
Fue así como AA quedó solo, en las profundidades de una tesorería oscura. Y a partir de ese día la única oveja fue él.
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