Hace unos años teníamos que elegir un delegado en la sucursal. Empezamos a barajar los nombres de quienes podrían ser elegidos, pero de pronto tuvimos la sorpresa de que ya lo habían “elegido”: el jefe andaba con la planilla juntando firmas, y lo peor es que los compañeros/as firmaban. ¿Por qué fulano? Porque le gusta la política, porque ya fue delegado en otra oportunidad, porque no hay otro que se ofrezca, porque lo conozco de años, etc…
Nadie más quería ser elegido. A muchos les pareció que de nada iba a servir un delegado, no nos iba a solucionar los problemas. O la clásica: “van a discutir y a perder el tiempo”. Así fue como, tal vez sin pensarlo, fulano llenó su orgullo en base al desinterés de los compañeros, desviando la esencia de una herramienta que fue concebida como una forma de organización de los trabajadores para poder hacer frente a las adversidades que aparecen en los ámbitos laborales.
El que calla, otorga. Aunque tu queja individual sea escuchada por todos, sin la participación del conjunto nada se puede llevar a cabo. Para ello hay que hacerse cargo del problema, debatiendo, discutiendo, proponiendo. Pero para expresar nuestra idea, nuestras palabras, necesitamos que alguien la lleve a su destinatario, alguien que nos represente a nosotros, a nuestra manera de entender las cosas. Alguien en quien veamos la vocación de acompañarnos en este terreno, que pueda aclarar nuestras dudas, que pueda ocuparse de los diferentes problemas para poder articularlos en el marco del quehacer grupal, que sea un protagonista en los momentos de conflicto, que su comunicación sea fluida con los distintos compañeros, que lleve nuestra voz y nuestra decisión tal como la expresa el conjunto.
Quizás ninguno de nosotros reunamos todas las condiciones, pero no por ello vamos a ceder el terreno, habrá que seguir trabajando en conjunto para desarrollar respuestas, habrá que ayudar, colaborar y respaldar a nuestro compañero delegado. Que haya sigo elegido no supone que todo ahora es un tema de él, sino que sigue siendo el nuestro, el de todos, su rol deriva de nuestra confianza, de un mandato que el grupo apoya y orienta en una dirección.
Tener un delegado supone un compromiso, no una formalidad. Es el emergente de una decisión grupal de organizarse y de tener un referente que lleve las resoluciones del conjunto de compañeros. Que pueda plantarse frente a la administración, como también llevar nuestra voz ante nuestros representantes gremiales.
La imposición y la proscripción son las armas de quienes nada tienen que ver con el conjunto de trabajadores, son quienes dividen buscando un beneficio personal o de algún grupo contrario a nuestros intereses colectivos. Votemos libremente delegados de base, nada ni nadie nos lo prohíbe. Caminemos junto a ellos: su camino es el nuestro. No lo abandonemos, su militancia es un aporte fundamental para todas nuestras luchas.
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